La prevalencia de la obesidad y los riesgos para la salud asociados, en particular las enfermedades cardiovasculares (ECV), es un problema de salud mundial. La interacción entre la obesidad y las enfermedades cardiovasculares constituye un dilema de salud complejo, en el que la dislipidemia actúa como un factor fundamental en el mayor riesgo cardiovascular observado en personas obesas. La dislipidemia, caracterizada por un perfil lipídico adverso que típicamente incluye niveles elevados de triglicéridos, colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL) y niveles bajos de colesterol de lipoproteínas de alta densidad (HDL), aumenta significativamente el riesgo de desarrollar aterosclerosis y otras enfermedades cardiovasculares.

Por tanto, la cirugía bariátrica se ha convertido en una intervención muy eficaz, no sólo por su eficacia para promover una pérdida de peso significativa, sino también por su capacidad para rectificar el metabolismo lipídico desregulado inherente a la obesidad. Las notables mejoras en los perfiles de lípidos después de la cirugía, incluidas reducciones en el colesterol total y el colesterol LDL junto con aumentos en el colesterol HDL, iluminan el papel fundamental de la cirugía en la mejora de la dislipidemia. Esta optimización del perfil lipídico es crucial para mitigar el riesgo aterogénico, disminuyendo así sustancialmente el riesgo a largo plazo de enfermedades cardiovasculares.

Los mecanismos subyacentes a los efectos beneficiosos de la cirugía bariátrica sobre el metabolismo de los lípidos son multifacéticos e involucran vías tanto dependientes como independientes de la pérdida de peso. La pérdida de peso después de la cirugía bariátrica contribuye a la reducción de la resistencia a la insulina, una condición común en la obesidad que exacerba la dislipidemia al aumentar la producción de lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL) y disminuir la eliminación del colesterol LDL. Además, la cirugía bariátrica induce cambios en las hormonas intestinales y el metabolismo de los ácidos biliares, lo que contribuye aún más a la mejora de los perfiles lipídicos al mejorar la eliminación de triglicéridos y aumentar la expresión del receptor de LDL, facilitando así la eliminación del colesterol LDL de la circulación.

Los procedimientos bariátricos, específicamente el bypass gástrico laparoscópico en Y de Roux (LRYGB) y la gastrectomía en manga laparoscópica (LSG), se han revisado y metanalizado sistemáticamente por sus efectos sobre la dislipidemia. Los hallazgos destacan una mejora significativa en los perfiles de lípidos después de la cirugía, y LRYGB muestra un beneficio más pronunciado en la resolución o mejora de la dislipidemia en comparación con LSG.

En ese sentido, el papel de la metabolómica a través de la espectroscopia de RMN (Resonancia Magnética Nuclear) emerge como un avance fundamental en la caracterización precisa del riesgo cardiovascular. Este enfoque innovador permite un análisis integral de los perfiles lipídicos y metabólicos, ofreciendo una visión más profunda de los cambios bioquímicos después de la cirugía bariátrica. Al identificar con precisión los biomarcadores metabólicos asociados con los riesgos cardiovasculares, la metabolómica de la RMN mejora nuestra capacidad para predecir, monitorear y optimizar los resultados de los pacientes, iluminando aún más el camino hacia una gestión específica y eficaz de la salud cardiovascular en el contexto de la obesidad y la dislipidemia.

La evidencia subraya la necesidad de una evaluación integral de los pacientes obesos, considerando la cirugía bariátrica no sólo como una intervención para la pérdida de peso sino también como una medida estratégica para combatir la dislipidemia y reducir el riesgo cardiovascular. Dado que la obesidad sigue siendo una de las principales causas de muerte evitable en todo el mundo, comprender y utilizar los beneficios de la cirugía bariátrica puede conducir a estrategias de manejo y prevención más efectivas para las personas en riesgo.

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